En la falda de la montaña más
verde que jamás hayáis imaginado se encontraba el pueblo de Fruts, de cara al
mar junto a una gran Bahía. No se podía decir que Fruts fuese muy grande pero
tampoco se podía decir que fuese muy pequeño. En la punta Norte de la Bahía de
Fruts, se encontraba el hogar de la protagonista de nuestra historia; Pepi la
Pipa. La casa dónde vivía Pepi con su familia, los Salads, era de madera
blanquísima con unos grandes ventanales, que la señora Salad se encargaba de
limpiar meticulosamente cada dia por la mañana. Kiko Salad, el padre de Pepi;
era un ciudadano ejemplar y muy respetado en el pueblo de Fruts. Ejemplar y
respetado, pero ahora mismo sin trabajo. La maldita crisis de la Sal había llevado
a la quiebra a la factoría de anchoas del pueblo y el señor Salad llevaba más
de un año buscando fortuna en Fruts y sus alrededores. De momento los Salads
vivían de los ahorros acumulados durante toda la vida por la madre de Pepi.
Escasos ahorros delante de las oscuras perspectivas.
Pepi era la Pipa más bonita de todo Fruts. Sin lugar a dudas era la más popular y admirada del instituto del pueblo. No era una pipa cualquiera, era una hermosa pipa de calabaza. Había heredado la textura de su madre y la forma de su padre, ni muy larga ni muy corta, ni muy ancha ni muy estrecha.
Pepi era la Pipa más bonita de todo Fruts. Sin lugar a dudas era la más popular y admirada del instituto del pueblo. No era una pipa cualquiera, era una hermosa pipa de calabaza. Había heredado la textura de su madre y la forma de su padre, ni muy larga ni muy corta, ni muy ancha ni muy estrecha.
A pesar de tener ya 14 años, Pepi
no era consciente de la malísima situación económica por la que atravesaban sus
padres y durante más de un mes pidió, suplicó, llegó incluso a exigir un Smartphone. Pepi quería uno como todas sus amigas, eso fue lo que
repitió sin cesar a su madre hasta hacerla llegar a sentir culpable. En el pasado había sorteado la petición de un
teléfono móvil regalándole a Pepi el teléfono viejo de su padre, pero ahora el
tema del Smartphone le superaba. Esa misma noche después de cenar la señora
Salad le comentó a su marido la nueva petición de su hija. Ambos decidieron
comprárselo para navidad. “Nuestra hija no puede ser menos que las demás
compañeras de su clase”. Esa fue la conclusión a la que llegaron. Y ambos ,
ignorantes por completo sobre el aparato en cuestión, compraron el Smartphone y
se lo regalaron a Pepi esas navidades.
El Smartphone se convirtió en el amigo inseparable de Pepi. Como una extensión de su cuerpo la acompañaba constantemente en todas sus actividades diarias. “Se le pasará. Son cosas de adolescentes”. Pensó la señora Salad.
El Smartphone se convirtió en el amigo inseparable de Pepi. Como una extensión de su cuerpo la acompañaba constantemente en todas sus actividades diarias. “Se le pasará. Son cosas de adolescentes”. Pensó la señora Salad.
Esa primavera llegó un nuevo
alumno al instituto de Fruts. Desde la cercana ciudad de Habarson se mudaron
los Almonds, el benjamín de la familia era Pist Almond. Un pistacho de lo más
apuesto y vivaracho. El primer dia ya era el chico más popular del Instituto.
Sus graciosas presentaciones a lo largo del dia le habían servido para ser
realmente conocido. Todos/as tenían curiosidad por el chico nuevo. Y ¿Cómo no?,
Pepi fue una de las primeras en acercarse a presentarse, intrigada por la
personalidad tan sofisticada de su nuevo compañero. En seguida conectaron, ese
mismo dia se pasaron el número de teléfono quedando para hablar por la noche.
Pepi, la Pipa; estaba emocionada
por esta nueva relación con el chico nuevo del pueblo. Pero Pist Almond venía
de la ciudad, de otro mundo mucho más conectado y tecnológico. Aventajado en la
materia tenía unos planes muy distintos de los que nuestra amiga se imaginaba.
Durante varias semanas aduló a
Pepi sobre su belleza hasta que una noche, tarde; a través del whatsaapp le
escribió: “Pepi eres la Pipa más bonita que he visto en mi vida. Te amo quiero
estar contigo para siempre. Envíame una foto privada tuya. Sin la cáscara”.
Pepi dudó, pero por miedo a perder al chico más popular del instituto accedió.
Fue al baño, se fotografió sin cáscara frente al espejo y le envió la foto por
whatsapp a su “amigo”. Sin ni tan siquiera saberlo estaba produciendo un Sexting que más tarde le haría muchísimo daño.
A partir de ese momento, todo
cambió para Pepi. Al dia siguiente al ir a la escuela contempló aterrada como
su gran amigo Pist había enviado su foto a todos los alumnos del centro. El pistacho quería ser aún más popular. Pepi
regresó corriendo a casa con los ojos inundados en lágrimas. Entró corriendo en
casa y se encerró en su habitación. El mundo de Pepi se llenó de sus fotos sin
cáscara. El Smartphone no cesaba de sonar, su página de Facebook se llenó de
comentarios despectivos. No quería comer, no quería ir al Instituto, no salía
de casa. Pepi ya no era la misma. Su brillante y dorada cáscara se secó y se agrietó.
El Ciberacoso pudo con ella. Una noche bajó hasta el puerto y se subió a la
barca más pequeña que encontró, remó mar adentro y entre la noche y la bruma
Pepi,la Pipa; desapareció. Nunca volvieron a ver a la hermosa pipa de cáscara dorada. De vez en cuando llega alguna respuesta a los mensajes de búsqueda publicados en la red. Pero todo queda en eso, ciberrumores.
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