lunes, 25 de abril de 2016

El 81% de los adolescentes se confiesa preocupado por el Ciberacoso.




Hasta ahora hemos visto algunos de los ciberdelitos con los que se pueden encontrar nuestros hijos en la red. Algunos con consecuencias directas muy graves. Más adelante hablaremos sobre la pornografia y los pederastas (depredadores) en la red, le dedicaremos una atención especial debido a su importancia y el peligro que entrañan. El conjunto de los ciberdelitos puede resultar muy agobiante pero desglosándolos poco a poco, intentaremos entenderlos, prevenirlos y evitarlos. El prohibir el uso del ordenador, el uso de consolas o teléfonos móviles, no sirve de nada. Lo prohibido atrae todavía más. No se puede prohibir la curiosidad. Por este motivo es muchísimo mejor compartir la educación en la web con tu hijos.

Prohibir no funciona.


Pero,como padres/madres, ¿Qué podemos hacer ante esta situación? ¿Cómo podemos controlar todo esto?. Desde mi  experiencia como padre, usuario de la web y debido a mi conexión profesional permanente en la red puedo ofrecer consejos, indicaciones y ayudar a encontrar las herramientas necesarias para poder hacer frente a los ciberdelitos dirigidos a nuestros hijos. En el momento en el que el ciberdelito ya se ha cometido, las competencias pasan a otro tipo de profesionales como son los psicólogos. Por que el “daño” ya está hecho. Y no debemos olvidar que el “daño” puede llegar a ser enorme, en algunos casos irreparable. Por  todo esto, es por lo que apuesto por una educación activa contra los ciberdelitos. No quiero tener la necesidad de recurrir a los servicios de un psicólogo. Voy a trabajar con mi hijo cada dia en la red para educar y prevenir. Por que sus inquietudes en estos temas han de ser también las nuestras. Realmente, ¿Sabes qué hace tu hijo en las redes sociales? ¿Qué tipo de contenidos publica? ¿Qué tipo de páginas visita? ¿Conoces su historial de navegación?

- 81% de los adolescentes se confiesa preocupado por el Ciberacoso.
- 1 de cada 5 niños/as han recibido una proposición sexual en la red.
- Crece alarmantemente el aumento del ciberacoso en los videojuegos a niños cada vez más pequeños.
- 80% de la actividad de los menores se registra en la redes sociales.
- 11% de los adolescentes españoles entre 12 y 18 años han sufrido maltrato psicológico a través de la red.
- El 5'9 de los menores españoles usuarios de teléfono móvil, reconoce haber recibido mensajes o llamadas de otros menores metiéndose con el/ella.


La actual educación pasiva sobre el tema de los ciberdelitos no tiene ningún resultado. Me niego a contemplar cada dia en los informativos como este tipo de delitos telemáticos contra los menores se van sucediendo y ante los cuáles institucionalmente no se adopta ningun tipo de medida.

En casa con nuestros hijos podemos hacer una guerra de guerrillas contra el Ciberacoso. Si adoptamos un tipo de educación clara, directa , sin tabúes y sobre todo compartida; tenemos posibilidades de lograr pequeñas victorias que nos llevaran a nuestro objetivo final. Y, ¿Cuál ha ser nuestro objetivo final? Lograr que nuestros hijos el dia de mañana sean ciudadanos #3.0, respetuosos, educados y competentes en la web y sus redes sociales. Les debemos una educación y una formación para intentar hacer una red más libre y más segura.


Fuentes:  GDT, Estudio "Juventud y Violencia" de la Fundación Pfizer, Jose Romero.

lunes, 28 de marzo de 2016

Pepi, la pipa!

En la falda de la montaña más verde que jamás hayáis imaginado se encontraba el pueblo de Fruts, de cara al mar junto a una gran Bahía. No se podía decir que Fruts fuese muy grande pero tampoco se podía decir que fuese muy pequeño. En la punta Norte de la Bahía de Fruts, se encontraba el hogar de la protagonista de nuestra historia; Pepi la Pipa. La casa dónde vivía Pepi con su familia, los Salads, era de madera blanquísima con unos grandes ventanales, que la señora Salad se encargaba de limpiar meticulosamente cada dia por la mañana. Kiko Salad, el padre de Pepi; era un ciudadano ejemplar y muy respetado en el pueblo de Fruts. Ejemplar y respetado, pero ahora mismo sin trabajo. La maldita crisis de la Sal había llevado a la quiebra a la factoría de anchoas del pueblo y el señor Salad llevaba más de un año buscando fortuna en Fruts y sus alrededores. De momento los Salads vivían de los ahorros acumulados durante toda la vida por la madre de Pepi. Escasos ahorros delante de las oscuras perspectivas.



Pepi era la Pipa más bonita de todo Fruts. Sin lugar a dudas era la más popular y admirada del instituto del pueblo. No era una pipa cualquiera, era una hermosa pipa de calabaza. Había heredado la textura de su madre y la forma de su padre, ni muy larga ni muy corta, ni muy ancha ni  muy estrecha.

A pesar de tener ya 14 años, Pepi no era consciente de la malísima situación económica por la que atravesaban sus padres y durante más de un mes pidió, suplicó, llegó incluso a exigir un Smartphone. Pepi quería uno  como todas sus amigas, eso fue lo que repitió sin cesar a su madre hasta hacerla llegar a sentir culpable.  En el pasado había sorteado la petición de un teléfono móvil regalándole a Pepi el teléfono viejo de su padre, pero ahora el tema del Smartphone le superaba. Esa misma noche después de cenar la señora Salad le comentó a su marido la nueva petición de su hija. Ambos decidieron comprárselo para navidad. “Nuestra hija no puede ser menos que las demás compañeras de su clase”. Esa fue la conclusión a la que llegaron. Y ambos , ignorantes por completo sobre el aparato en cuestión, compraron el Smartphone y se lo regalaron a Pepi esas navidades.





El Smartphone se convirtió en el amigo inseparable de Pepi. Como una extensión de su cuerpo la acompañaba constantemente en todas sus actividades diarias. “Se le pasará. Son cosas de adolescentes”. Pensó la señora Salad.

Esa primavera llegó un nuevo alumno al instituto de Fruts. Desde la cercana ciudad de Habarson se mudaron los Almonds, el benjamín de la familia era Pist Almond. Un pistacho de lo más apuesto y vivaracho. El primer dia ya era el chico más popular del Instituto. Sus graciosas presentaciones a lo largo del dia le habían servido para ser realmente conocido. Todos/as tenían curiosidad por el chico nuevo. Y ¿Cómo no?, Pepi fue una de las primeras en acercarse a presentarse, intrigada por la personalidad tan sofisticada de su nuevo compañero. En seguida conectaron, ese mismo dia se pasaron el número de teléfono quedando para hablar por la noche.

Pepi, la Pipa; estaba emocionada por esta nueva relación con el chico nuevo del pueblo. Pero Pist Almond venía de la ciudad, de otro mundo mucho más conectado y tecnológico. Aventajado en la materia tenía unos planes muy distintos de los que nuestra amiga se imaginaba.

Durante varias semanas aduló a Pepi sobre su belleza hasta que una noche, tarde; a través del whatsaapp le escribió: “Pepi eres la Pipa más bonita que he visto en mi vida. Te amo quiero estar contigo para siempre. Envíame una foto privada tuya. Sin la cáscara”. Pepi dudó, pero por miedo a perder al chico más popular del instituto accedió. Fue al baño, se fotografió sin cáscara frente al espejo y le envió la foto por whatsapp a su “amigo”. Sin ni tan siquiera saberlo estaba produciendo un Sexting que más tarde le haría muchísimo daño.


A partir de ese momento, todo cambió para Pepi. Al dia siguiente al ir a la escuela contempló aterrada como su gran amigo Pist había enviado su foto a todos los alumnos del centro. El pistacho quería ser aún más popular. Pepi regresó corriendo a casa con los ojos inundados en lágrimas. Entró corriendo en casa y se encerró en su habitación. El mundo de Pepi se llenó de sus fotos sin cáscara. El Smartphone no cesaba de sonar, su página de Facebook se llenó de comentarios despectivos. No quería comer, no quería ir al Instituto, no salía de casa. Pepi ya no era la misma. Su brillante y dorada cáscara se secó y se agrietó. El Ciberacoso pudo con ella. Una noche bajó hasta el puerto y se subió a la barca más pequeña que encontró, remó mar adentro y entre la noche y la bruma Pepi,la Pipa; desapareció. Nunca volvieron a ver a la hermosa pipa de cáscara dorada. De vez en cuando llega alguna respuesta a los mensajes de búsqueda publicados en la red. Pero todo queda en eso, ciberrumores.




Infórmate- Fórmate- Educa- Comparte- Disfruta- Previene- en las #TIC

viernes, 26 de febrero de 2016

Blas era un dragón.

Blas era un dragón. Pero no os penséis que era un dragón pequeñito, de esos que se enganchan a las paredes en Verano, no, no; Se podía decir que Blas era un dragón gigante. A pesar de su terrible y fiero aspecto, era el dragón más noble y bueno que jamás había existido, pero prefería evitar problemas con los demás viviendo alejado del resto del mundo. Su día a día transcurría en las cumbres de las montañas. Vivía en soledad y esto le había agriado el carácter hasta el punto de no querer ver a nadie. Sin darse cuenta se había convertido en un dragón uraño. Habían pasado ya tres años de la última vez que habló con alguien. Hace tres inviernos conoció a Pandora, un águila que pasó una temporada con él después de tener un pequeño accidente en la puerta de la cueva. Pandora era un poco corta de vista y de vez en cuando tenía algún problemilla de aterrizaje. Pasaron juntos un par de semanas. Una vez estuvo recuperada, antes de marcharse, le dijo a Blas:

- Por favor, guárdame esta caja hasta que pueda venir a recogerla- Y levantó el vuelo desapareciendo entre las nubes.

La cueva de nuestro dragón no era muy grande pero supo hacer un hueco para aquella caja sin problemas. Se olvidó de ella hasta que un día de verano, pintando y arreglando las paredes, sin darse cuenta la golpeó con la cola y la tiró. Al caer al suelo la tapa se abrió, Blas no pudo contener la curiosidad y poquito a poco fue asomando la nariz a su interior. La misteriosa caja que había dejado Pandora estaba llena hasta arriba de libros y cuentos. En el pasado había escuchado hablar acerca de esos “libros” de los humanos, pero Blas no sabía leer, ni tan siquiera había visto un libro antes. Cogió uno al azar. En la portada aparecía el dibujo de una ballena blanca y un barco. Léeme, parecía que susurraba Moby Dick desde el Océano. Lo abrió, pero no entendía nada de nada, únicamente veía símbolos negros sobre páginas blancas. Lo que le gustaban de verdad eran las imágenes de las portadas de los libros y las ilustraciones de los cuentos. Durante mucho tiempo se dedicó a clasificarlos según si eran animales, flores, plantas, juegos o colores. Pero Blas quería saber que significaban esos símbolos. Dia tras dia se concentraba sobre los textos esperando alguna respuesta a su curiosidad, pero nunca llegaba. Pasado un tiempo la frustración y el aburrimiento hicieron desistir de su empeño a nuestro gigante amigo verde. Pero la llama de la curiosidad sobre aquellos libros de los humanos que se acumulaban en su cueva ya no se apagaría nunca jamás. 



Un buen día, Blas se levantó como de costumbre y después de asearse, salió al exterior a respirar aire fresco y a buscar algunas frutas para almorzar (Blas no comía ni princesas ni nada parecido, era una costumbre horrible de algunos dragones que no podía soportar). Se encontraba recogiendo fresas y bayas silvestres cuando de repente, escuchó a lo lejos un rumor de voces de niños y niñas. No se lo podía creer!!! Un grupo de escolares del pueblo estaban de excursión y subían montaña arriba.

- Oh, Oh!- Pensó nuestro amigo verde.

Blas, el Dragón.

Los humanos siempre le habían causado problemas. Se escondió entre la maleza tratando de pasar inadvertido, pero su tremendo volumen era muy difícil de camuflar entre la escasa vegetación de la alta montaña. Aún así, su escondite le permitió, sin ser visto, escuchar la conversación de los niños y su profesora:

- Elena, Elena!- Llamaban los niños a su tutora. Pero la profesora hacía caso omiso a sus voces y continuaba subiendo la pendiente.

- Hasta que no lleguemos al campamento no podemos descansar- Contestó pasado un rato, cuando alcanzó un pequeño llano que hacía de balcón al inmenso paisaje que se divisaba desde aquella altura.

- Nos hemos perdido- Se escuchó entre el grupo de escolares.

- Esto nos pasa por no traernos el móvil!- Vociferó con fuerza Lidia, que lo estaba pasando realmente mal sin su más preciado tesoro.

Pasado un buen rato, cuando todo el grupo se hubo reunido, la profesora no tuvo más remedio que aceptarlo. Se habían perdido.

Entre tanto nuestro gigante amigo, que había sido testigo de toda la escena, continuaba oculto tras la maleza y las rocas. El Sol ya hacía rato que se había escondido y la temperatura comenzaba a bajar a toda velocidad.

- Deberíamos hacer un fuego, comienza a hacer mucho frío - Sugirió uno de los muchachos. Exactamente lo mismo pensó Blas, comenzaba a hacer frío de verdad y no había cogido la chaqueta antes de salir de casa. Sin darse cuenta, acostumbrado a la soledad, un tremendo estornudo de fuego salió de su nariz mientras atónitos, el grupo de niños y niñas contemplaban como se encendía la hoguera delante suyo.

- Hola, Buenas Noches- Carraspeó el dragón.

Al mismo tiempo todos los niños y niñas se levantaron del suelo dónde estaban sentados alrededor de las llamas y comenzaron a gritar y correr de un lado para otro como la pelotita del Pou rebotando contra las paredes.

Blas observó durante un par de minutos hasta que instintivamente lanzó un rugido acompañado de una tremenda llamarada.

- ¿Queréis hacer el favor de parar de correr y gritar un momento?- Les dijo al grupo de escolares que se quedaron quietos como estatuas al escuchar la voz del dragón. 

De repente, el único sonido que se escuchaba era el viento silbando entre las rocas cuando de la mochila de uno de los pequeños se resbaló un libro. El ruido seco que produjo al chocar contra el suelo, llamó la atención de Blas. El dragón recogió el libro y se lo acercó a los ojos. En la portada aparecía la figura de dos serpientes formando un circulo sobre un fondo dorado.



- ¿Te gusta? Te lo puedes quedar. Yo ya me lo he leído- Susurró tímidamente Pedro, dueño de aquella añeja copia de "La Historia Interminable".

- Muchas gracias.-Y entonces, a Blas, se le encendió una bombilla. – Lo que me gustaría de verdad, es aprender a leer.

- Podemos enseñarte- Contestaron algunas de las niñas más atrevidas del grupo.

- Puedes venir al colegio con nosotros cada día y aprender.- Apuntó la profesora que continuaba escondida detrás de un improvisado camuflaje de ramas y hojas.

- Me gustaría muchísimo- La sonrisa de Blas se extendió rápidamente de oreja a oreja en su gran cara.. Por fín podría leer todos los libros y cuentos de Pandora que tenía en casa bien ordenaditos.

- Pero antes, ¿Nos puedes ayudar a volver al pueblo?- Le preguntó uno de los niños al dragón.

- Eso está hecho!- Contestó muy contento el gigantón.

Sin decir más, Blas extendió sus alas hacía el suelo y los niños y niñas comenzaron a subir a su lomo. En menos de lo que se tarda en decir: “cacahuete”, Blas dejó a los niños delante de la puerta de la escuela. Se despidió hasta el día siguiente y volvió volando a su cueva para preparar la mochila de la que iba a ser su primera clase. A partir de ese día, hubo un alumno más en la escuela del pueblo: Blas, el Dragón. Un dragón que ya nunca dejó de leer. 





jueves, 18 de febrero de 2016

La habitación


El primer día de curso, Carlos entró en clase y vio a un grupo de niños que se amontonaban alrededor de su amigo Marcos. Marcos era el centro de atención de todos los niños porque se encontraba enseñando y presumiendo de su nuevo y flamante teléfono móvil.

- ¡Hola!- Exclamó en voz alta. Pero la presentación de Marcos tenía a todos los niños y niñas completamente embobados. La envidia se apoderó completamente del celoso Carlos.

Carlos volvió  del colegio muy enfadado y de un portazo hizo notar que ya estaba en casa. Desde su habitación mientras lanzaba la mochila con rabia al suelo, gritó a su madre que se encontraba preparando la comida en la cocina:

- ¡Mamá!, ¡Quiero otro teléfono!- Y cerró la puerta de una patada.

Al escuchar el estruendo la madre de Carlos se secó las manos con un trapo y fue a ver que le pasaba a su hijo. Temerosa abrió la puerta de la habitación del niño y le preguntó dulcemente:

- ¿Cómo ha ido el primer día de cole?- Un gesto ansioso se reflejaba en su rostro mientras esperaba la respuesta.

-¡Este teléfono es una porquería, quiero otro teléfono y lo quiero ya!- Exclamó Carlos mirando fijamente a su madre.

La madre de Marcos volvió a la cocina apagó el fuego y salió de casa para comprarle otro teléfono a su hijo. Tenía miedo de él, tenía miedo de sus arrebatos y tenía miedo de que le hiciese daño.

La verdad era que los cuatro o cinco últimos regalos que había recibido el niño habían sido teléfonos móviles. Cada rabieta del niño era otro teléfono estrellado contra la pared. Carlos tenía varios cajones de su escritorio lleno de teléfonos rotos, cables y cargadores. Ahora el niño quería otro teléfono y sabía que su sometida madre se lo iba a comprar. Ahora quería el mismo teléfono que tenía Marcos. El niño no soportaba los celos, no quería sentirse inferior.

El niño cerró la puerta de su habitación y no salió ni para comer. Ya por la tarde, la madre de Carlos tocó débilmente la puerta de la habitación del niño y casi susurrando dijo:

- Carlos ya te he comprado el teléfono.

La puerta de la habitación se abrió, el niño cogió la caja y mirando a su madre con desprecio, volvió a cerrar la puerta.

 La puerta de la habitación de Carlos


La madre de Carlos daba todos los caprichos al niño porque sabía que si no lo hacía así, su hijo se transformaba en un tirano. Fuera de casa se comportaba como un niño dulce y encantador pero dentro sometía a su madre como un verdadero dictador. Toda la vida familiar giraba en torno a él y cuando no era así, se encargaba de transformar en un verdadero infierno la vida en el hogar. Patadas, puñetazos, golpes y gritos eran su estrategia para conseguir todo lo que se proponía. La puerta de su habitación tenía varios agujeros de los arrebatos que había tenido anteriormente. Cada vez que la madre de Carlos los veía, se acordaba de lo desagradable que podía llegar a ser su hijo y se acordaba de los momentos de miedo que había sufrido. El niño no admitía un no a sus reclamaciones, lo único que quería y permitía escuchar era sí.

Todos los antojos que tenía el niño los tenía, todos los caprichos que se le antojaban los conseguía. Había convertido a su madre en una verdadera esclava del terror.

Pasaban los meses y la habitación del niño cada vez estaba más llena de trastos. Aunque su madre había intentado en varias ocasiones hacer limpieza, el niño montaba en cólera y la mujer desistía. El espacio en la habitación de Carlos cada vez era más reducido. Ropa nueva, patinetes nuevos, consolas de videojuegos nuevas y teléfonos nuevos que ocupaban ya casi toda la habitación.

Una mañana, al ver que su hijo no se levantaba, la madre de Carlos tocó a su puerta:

- Carlos, hijo, levántate ya que vas a llegar tarde al colegio- Le dijo a través de los agujeros de la puerta.

Pero no obtuvo ninguna respuesta. La mujer intentó abrir la puerta pero la infinidad de cosas que había en la habitación se lo impidieron. Era imposible, estaba completamente bloqueada.

- ¿Carlos hijo mío, dónde estás?- Le gritó desesperada.

Pero el niño no respondía. La madre de Carlos llamó a la policía y estos se presentaron en la casa acompañados de los bomberos. Ni la policía ni los bomberos pudieron hacer nada por el niño. Había desaparecido, la habitación se lo había tragado.

Con los ojos empapados en lágrimas, la madre de Carlos preguntaba a los bomberos:

- ¿Qué le ha pasado a mi hijo? ¿Dónde está?- Repetía sin cesar.

Uno de los bomberos se acercó a la mujer y le dijo:

- Señora ¿Nunca pensó en decirle a su hijo no?







jueves, 11 de febrero de 2016

Said


 Said


Aquella mañana era diferente, la casa estaba fría y vacía. Papá y Mamá habían vendido todo lo que pudieron, los muebles, los electrodomésticos, los recuerdos, todo. Únicamente quedaban dos bolsas de plástico con ropa junto a la puerta en el pasillo. La puerta de mi habitación se abrió y vi la figura de mi madre acercarse a mi cama, me susurró:

- Said, ángel mío, es hora de levantarse.

Ella no había dormido. Lo sabía por qué la escuché llorar durante toda la noche mientras mi padre la consolaba.

El desayuno fue rápido, no nos quedaba nada, ni comida ni nevera. Bebimos un vaso de leche cada uno mientras escuchábamos los estruendos de las explosiones, cada vez más fuertes y cada vez más cerca.  Los aviones se acercaban al centro de la ciudad y dejaban caer sus bombas sobre las casas.  Ya no quedaba casi ningún edificio en pie en la calle donde vivíamos, quizás tres o cuatro. Ya no era una ciudad.

No tenía muy claro que iba ser de nosotros, únicamente recuerdo a mi padre explicándome que debíamos salir de la ciudad y que nos marchábamos de viaje. Debíamos salir de la ciudad antes de que alguna bomba cayese sobre nuestra casa. No tenía claro a qué tipo de viaje se refería mi padre. ¿Nos íbamos al pueblo de la abuela? ¿Nos mudábamos a otra ciudad? No entendía nada de lo que pasaba a mi alrededor. ¿Qué era la guerra¿? ¿Por qué los aviones que antes me gustaban tanto cuando los veía pasar, ahora eran señal de destrucción y muerte?

Papá y mamá cogieron las dos bolsas con nuestra ropa y bajamos hasta la calle. Lo mismo de cada día, personas corriendo de un lado para otro, llantos, gritos y explosiones.

Mi tío Yasar nos esperaba en la esquina de la calle en su coche. Corrimos todo lo que pudimos pegados a las paredes de los edificios hasta que llegamos al coche y nos subimos. A pesar de que el coche tenía las ventanillas subidas, los ruidos de las explosiones y los gritos de la gente se escuchaban con claridad. Esquivando escombros y hombres armados, llegamos al límite de la ciudad, donde bajamos del coche.

- Hasta siempre, Yasar, hermano. Siempre te llevaré en mi corazón- Le dijo mi padre a mi tío con los ojos llenos de lágrimas.

Caminamos hasta las montañas. A medida que avanzábamos otras personas se unían a nuestra marcha. Éramos un grupo bastante grande cuando llegamos a la costa. Nunca había visto el mar, me pareció precioso, enorme y precioso. Por un estrecho camino bajamos hasta la playa. No pude resistir la tentación de correr a tocar el agua pero cuando estaba en la orilla, escuché a mi madre llamándome casi a gritos:

- Said, ven aquí ahora mismo- Me asusté y retrocedí. No acababa de entender por que mi madre se enfadaba tanto.

El día se hizo noche y seguíamos en aquella playa de rocas. Pequeños grupos de personas se reunían alrededor de fuegos improvisados. Hacía frío, mucho frío y me cobijé entre las piernas de mi padre, bajo su abrigo.

-¿Qué estamos esperando, Papá?- Le pregunté a mi padre mientras se me cerraban los ojos.

- Tranquilo, duerme- Me respondió.

Cuando desperté todavía era de noche. Mi padre me llevaba en brazos y me dejó en el suelo. Mis pies ya no notaban las duras rocas de la playa, ahora notaban algo blando, mojado y frío. Era una barca de plástico.

Papá, mamá y yo hicimos un ovillo bajo una manta en un rincón de aquella barca de plástico. Las personas de la playa continuaban subiendo a la barca y nuestro ovillo se hizo más pequeño. Algunos hombres empujaron la barca y notamos como se balanceaba en el agua. Recuerdo a mis padres rezar susurrando bajo la manta que nos cubría a los tres. Se escuchó un motor y notamos un fuerte impulso.

Pero esa noche el mar no quería amigos, embravecido, con mucha fuerza golpeaba la barca una y otra vez. Recuerdo que la barca de plástico llena de gente volcó y ya no recuerdo nada más.



jueves, 21 de enero de 2016

Un beso, Diego.



El pasado 14 de Octubre, Diego con tan solo 11 años tomó la decisión de quitarse la vida ante la incapacidad de afrontar lo que muy probablemente sea otro caso más de acoso escolar. La carta manuscrita que dejó a sus padres reflejan una madurez que no poseen la mayoría de los niños a su edad. Solo deseo que se investigue hasta el final para que sus padres puedan de alguna forma descansar y para que su terrible final sirva de una vez por todas para atajar los casos de acoso en el ámbito escolar.

Un beso, Diego.


 Un beso, Diego.


"Papá, mamá, estos 11 años que llevo con vosotros han sido muy buenos y nunca los olvidaré como nunca os olvidaré a vosotros.
Papá, tú me has enseñado a ser buena persona y a cumplir las promesas, además, has jugado muchísimo conmigo.
Mamá, tú me has cuidado muchísimo y me has llevado a muchos sitios.
Los dos sois increíbles pero juntos sois los mejores padres del mundo.
Tata, tú has aguantado muchas cosas por mí y por papá, te estoy muy agradecido y te quiero mucho.
Abuelo, tú siempre has sido muy generoso conmigo y te has preocupado por mí. Te quiero mucho.
Lolo, tú me has ayudado mucho con mis deberes y me has tratado bien. Te deseo suerte para que puedas ver a Eli.
Os digo esto porque yo no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir. Por favor espero que algún día podáis odiarme un poquito menos.
Os pido que no os separéis papá y mamá, sólo viéndoos juntos y felices yo seré feliz.
Os echaré de menos y espero que un día podamos volver a vernos en el cielo. Bueno, me despido para siempre.
Firmado Diego. Ah, una cosa, espero que encuentres trabajo muy pronto Tata.
Diego González"


domingo, 6 de septiembre de 2015

Qué hacer en caso de Ciberacoso?

Después de pasar un buen rato navegando por la red y buscando información sobre el Ciberacoso, llegas a una conclusión: No entiendo nada. Las  explicaciones sobre este tema son complicadas y parece que están escritas para un público científico especializado. Incluso la terminología relacionada con este tema llega un momento que parece hasta ridícula, Grooming, Sexting; por eso vamos a intentar simplificar las cosas un poco y acercar este tema a los niños que son los que verdaderamente nos preocupan. No podemos crear más brechas, ya tenemos bastante con la existente entre nosotros y los pequeños nativos digitales. A veces para avanzar hay que retroceder. A partir de ahora vamos a intentar dar una explicación sencilla, clara y directa de estos temas para que ni nuestros hijos ni nosotros perdamos la ilusión y la confianza en algo que es tan genial, Internet y las Redes Sociales. Por eso voy a procurar escribir de forma que estos temas puedan ser entendidos por las dos partes interesadas, los padres y los hijos.

Así que vamos a comenzar por el principio de todo, ¿Qué es el Ciberacoso?. Pues el Ciberacoso es el acoso de los matones por Internet y las Redes sociales, principalmente Facebook y Whatssapp. En el cole hay matones que “se meten” con los más débiles de la clase y en Internet también puedes sufrir su acoso si no sigues unas reglas básicas. En el caso de sufrir algún tipo de Ciberacoso hay que seguir de inmediato cuatro pasos básicos:


 Qué hacer en caso de Ciberacoso?

  1.  Preguntar a Mamá, Papá o a algún adulto en el que confíes. El tutor del cole, el profe de Karate o el monitor de natación. Sin tener miedo ni vergüenza tienes que explicarle a alguien lo que te está pasando.
  2. No contestar a las provocaciones, NUNCA. Si contestas a las provocaciones, los matones pensarán que están haciendo bien su “trabajo”.
  3. No jugar al “Quién es quién”. No intentes descubrir quién se esconde detrás del perfil o de los perfiles que te acosen. Eso es trabajo de la policía.
  4. “Cortar por lo sano” los canales por los que te estén acosando. Debes abrirte otro perfil de Facebook y tienes que pedir a Papá o Mamá que te cambien el número de teléfono.